Cuando aún era más pequeño que ahora, recuerdo perfectamente, la cara de aquel profesor irlandés de ideologías revolucionarias pero de prácticas opresivas, que intentaba enseñar a unos chavales de medio moco, la riqueza de la literatura inglesa tras su voz grave y severa. Una mañana de un año del que cuya fecha no puedo acordarme, abrió el libro con el que a raíz de él conducía la asignatura, y nos señalo un poema. Los alumnos obedecimos, y una chica del grupo empezó a leer aquel poema de una escritora africana, que debido a la colonización de su país por el imperio británico, escribía en ingles. El poema estaba estructurado en cinco estrofas en las que cuatro de ellas narraban diferentes formas de ejecución que el hombre había llevado a la práctica a lo largo de la historia. Todas ellas ordenadas según un orden cronológico. La última estrofa, sin embargo, exponía que el método de ejecución actual, consistía en dejar a la victima en cualquier punto de la sociedad contemporánea. Aquello me conmocionó muchísimo, ya que por la misma regla de tres, yo era victima de un proceso de ejecución. Jamás volví a olvidar el significado de ese poema, ni la explicación que el irlandés, alto y delgado nos exponía a la vez que nos obligaba a opinar al respecto. A todo esto, hoy, al replantear cual sería el infierno idílico y tratar de responder cual sería su geopolítica concreta, no cabe duda de que aquella lección sea el resultado de este nuevo ejercicio.
Pues en efecto, mi infierno idílico es aquel lugar en el que el hombre no puede completar el proceso de satisfacción (cualquiera que sea). El deseo y el ansia de la voluntad por alcanzarlo, se ven interceptados por alguna fuerza descontrolada que le impide al sujeto en cuestión cumplir las expectativas. De algún modo, el infierno, es la pérdida de voluntad en vida; la incapacidad del deseo cuando uno aún puede desear.
El infierno te ofrece la esperanza por hacer realidad sueños o ideas, pero de las que jamás pueden llegarse a ejecutar. (Eso es la publicidad, ¿no?) Un lugar igual que este o igual que aquel, un lugar que solamente se sitúa en el interior del individuo, del que este queda atrapado por barrotes inexistentes que impiden la ejecución del acto. El infierno es la pérdida del yo.
No se trata de un lugar en concreto, sino todo lo contrario, abarca una infinitud de espacios. El único lugar donde reside el infierno es en la actitud del sujeto. Es decir, todo sucede dentro. Por esta razón, es fundamental comprender que la vida contemporánea es la representación de un infierno existente. Una constitución social en la que la importancia de los ideales pierde su veracidad y credibilidad natural en el interior del ser humano, siendo de esta forma reprimida por la pérdida de esperanza y la ausencia de confianza en uno mismo. La inactividad de la voluntad que sin saberlo muere al no poder escuchar lo que reclama.
sábado, 8 de noviembre de 2008
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